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martes, 18 de junio de 2013

La democracia artística ( 2 min.)

La democracia artística ( 2 min.) 


Juan B. Lorenzo de Membiela

Para Bertrand Rusell el poder teme una alteración del statu quo por miedo a que desaparezcan sus privilegios. Aquellos que se benefician del orden existente han establecido un sistema que castiga la originalidad y condenan la imaginación a la miseria desde el primer día de escuela hasta el momento de la muerte y sepultura (2009:42)[1].

El nobel británico escribió estas palabras en 1917, en un libro que estuvo prohibido durante décadas « Ideales Políticos ». En plena guerra mundial propugnaba un pacifismo que no encajó en los modos del momento. Y una crítica a la democracia que guarecía a los privilegiados del poder y a las corporaciones de cualquier riesgo.

No es extraño que apelara a la imaginación como lamento hacia una lacerante realidad, como lirismo hacia la impostura de los personalismos.

¿Cómo puede subsistirse a la adversidad en un sistema social sin una geometría conocida? Sin duda a través de lo creativo: o la innovación o el arte. 

Montaigne lo expresó en el s. XVI  « Fortis imaginatio generat casum » [(Una imaginación fuerte produce el acontecimiento)( Montaigne, 2008:139)][2]. Y de modo más esencial, Ortega y Gasset « Si el hombre no tuviese el mecanismo psicológico del imaginar, el hombre no sería hombre » (2005:72)[3] .

Lo contingente comprime el cuerpo aunque el alma aún es libre. En ese espacio es en donde se fragua lo creativo ante los desafíos que el mundo nos impone como castigo.

 Nunca ha sido cómodo observar el recorrido de los acontecimientos políticos y económicos sin mayor protagonismo que el de ser sujeto pasivo de tributos y sujeto activo de sufragios cada 4 años. Hoy, se reclaman cambios, muchos de ellos impopulares, muchos de ellos no,  y todos ellos,  inexcusables para superar rémoras económicas .

Cualquier atmosfera de sacrificio no debe impedir que se manifieste el genio del español artístico. Del hacedor de prodigios en el extremo mismo del último hálito que disminuya las pesadas cargas de nuestros pecados.

Dejémosle hacer, sin restringir su iniciativa y sin que sea abatido por la codicia de quienes fracasaron en el intento. Que la mayoría no ahogue a la minoría.

Las instituciones políticas y sociales han de ser juzgadas por el bien o el daño que causan a los individuos: ¿Estimulan la creatividad más que el afán de posesión? ¿Se preocupan por los intereses de los gobernados? (Rusell, 2012:178)[4].

La protección de los ciudadanos solamente se alcanza a través de la democracia. Es el sistema menos malo, sin ser perfecto. Porque también produce tiranía. Para evitarla, los constituyentes norteamericanos crearon un complejo sistema de órganos (los checks and balances) porque temían tanto a la dominación de la mayoría como al absolutismo (Röpke, 2010:218-9)[5]

Sin embargo el control de las comunicaciones llevadas a cabo, presuntamente, por agencias federales de EEUU demuestra que los derechos civiles están cuestionados. El conflicto que debe resolverse es si deben primar los derechos personales frente a los derechos del Estado en consecución de su seguridad y la de sus ciudadanos.

Pero un riesgo siempre subyace, el control de la información es un bien codiciado que suscita recelos por el poder que tiene para un país y para un mundo globalizado sin fronteras.

Frente a los retos de hoy solamente un liderazgo creativo puede ser eficaz y que no es otro que aquel que asume responsabilidades. Ya dijo Spengler: El futuro pertenece a los grandes hombres de hechos (Spengler, O, 2011:187)[6]




[1] Rusell, B. (2009): Ideales políticos, Madrid: Anaya.

[2] Montaigne, M. de, (2008): Ensayos completos, Estella (Navarra): Cátedra.

[3] Ortega y Gasset, J. (2005): En torno a Galileo, Madrid: Biblioteca Nueva.

[4] Rusell,B., (2012):El poder, Barcelona: RBA

[5] Röpke,W.,(2010),La crisis social de nuestro tiempo, Madrid: El Buey mudo.

[6] Spengler, O., (2011), Los años decisivos, Altera: Madrid.