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martes, 18 de febrero de 2014

Elegía a D. Santiago Carretero

Elegía a   D. Santiago Carretero
Por
Juan B. Lorenzo de Membiela

Hoy encendí una vela blanca en memoria de mi amigo…En un rincón apartado de la vieja ermita. Umbrío y solitario en donde  rezar  doliente. Umbrío entre sillares rotos  por el tiempo.  Pasan los amigos y quedan las piedras, pasaran las piedras y  se mantendrán sus recuerdos.

Hombre generoso y  bueno. Leal. Cercano. Con un corazón  grande  escondido bajo  una sencillez  evocadora de lo puro y  cristalino. Todos sus amigos lo supimos apreciar: «Porque el fruto de la virtud y de toda excelencia se cosecha con más abundancia cuando se reparte con los más allegados» (Cicerón).

Nació en Villanueva de la Jara (Cuenca), en donde ahora  descansa .Se educó en Madrid  y de allí vino a Albacete, a la Delegación de Agricultura, luego transferida a la Comunidad Autónoma. Supo ganarse  nuestro  cariño, el respeto de muchos y el afecto de todos. Que no es fácil en una sociedad desengañada por egoísmos.

Su vida estuvo estrechamente unida a la naturaleza. Sin duda,  el esplendor   de los bosques, aquellos  montes que se perdían más allá de toda  distancia; las llanuras amplias con sus verdes y ocres;  los ríos, manantiales y arroyos  de las sierras con sus refrescantes susurros, cincelaron un carácter, un modo y una forma de pensar y  vivir en armonía.

Padre y abuelo virtuoso, dedicó sus últimos años a sus nietos a los que amó  intensamente. Los recogía en el colegio tras las clases. Y en ese paseo breve, durante unos instantes, de su corazón brotaba la  alegría y apreciaba la bendición de disfrutar de  los hijos de sus hijos.

Afrontó  la vejez de sus padres  asistiéndolos diariamente. ¡Qué fácil resulta escribirlo y qué difícil asumirlo  día a día, hora tras hora! En unos tiempos, además, en que la vejez, la enfermedad y el dolor  son  denostados, apartados y borrados  de las conciencias: Se nos prometió el  elixir de la eterna juventud que ahora descubrimos adulterado por mil tóxicos y engaños. El  «Fausto » de Goethe; «El retrato de Dorian Gray » de Oscar Wilde  recobran su actualidad, aunque  el tiempo es una medida imperativa con eficacia cartesiana.

Vivimos en un mundo en el que se desconoce la lealtad de los propios hijos, escribía  Montaigne en sus « Ensayos » en el siglo XVI. Santiago, en el siglo XXI, corrigió esa reflexión.

Un ejemplo para todos.

Solamente nos queda un amargo sentimiento de pérdida y vacío compartido por todos sus amigos. Esta tarde me lo comunicó nuestro común amigo D. Juan Córcoles. Algo  inesperado. Aunque  en los Libros Proféticos de la Biblia, Isaías (55.9) se dijo: « […] Porque mis planes no son como vuestros planes, ni vuestros caminos como los míos[…] ».

Como versó mi abuelo, D. Antonio de Membiela, en una de sus poesías:

« […] Todos se descubren reverentemente
ante aquellos restos fríos del hermano,
y en todos los labios florece un cristiano
piadoso homenaje de oración silente.

Y es un «de profundis », lleno de emociones,
aquel bisbiseo de las oraciones.

Detrás del cortejo las filas se cierran cuitadas
en emocionado acompañamiento,
Y suenan los pasos sobre el pavimento
como rataplanes de marchas pausadas […]».