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viernes, 15 de julio de 2016

Efectos psicológicos y conductuales del alzhéimer (noticia)



Efectos psicológicos y conductuales del alzhéimer



La enfermedad de Alzheimer constituye el mayor desafío de la medicina actual: cada hora se diagnostican 50 nuevos casos en Europa. En España afecta a más de 1.100.000 enfermos, circunstancia que repercute en la vida de 4.500.000 personas. Su frecuencia aumenta a partir de los 65 años: un 10 por ciento de las personas mayores de esa edad sufren alzhéimer. De acuerdo con los datos de la Federación Internacional de Asociaciones de Alzheimer, se estima que en la actualidad viven 46 millones de personas en todo el mundo con dicha demencia, y se calcula que esa cifra se triplicará en el año 2050 como consecuencia del aumento de la esperanza de vida de la población y si no se encuentra una cura efectiva. También su coste económico supone en la actualidad un gran problema de salud pública: se calcula que en España la enfermedad cuesta por paciente y año más de 30.000 euros. Asimismo, se considera que la familia asume el 87 por ciento del gasto de los cuidados.
La pérdida de la memoria suele ser la primera queja que manifiesta el paciente o perciben sus familiares, aunque otras funciones cognitivas, como la atención y la concentración, el lenguaje, la orientación en tiempo y espacio, la percepción, la resolución de operaciones matemáticas, las habilidades motoras intencionadas o la elaboración de pensamientos complejos, también se verán afectadas a medida que avance la enfermedad.
El deterioro de las facultades cognitivas reduce lentamente la capacidad del enfermo para llevar a cabo las actividades del día a día que le permiten vivir de una manera autónoma e integrado en su ambiente. Al principio experimenta problemas para ejecutar las tareas más complejas: trabajar, viajar, interaccionar socialmente o disfrutar de sus aficiones, entre otras. Más adelante se suman a ello las dificultades relacionadas con actividades que permiten a la persona ser independiente: viajar en transporte público, hacer la compra, cocinar, gestionar la contabilidad del hogar, etcétera. En las fases más avanzadas, al paciente le resulta más difícil mantener los niveles básicos de autonomía personal, puesto que se vuelve más dependiente para ejecutar acciones cotidianas, entre ellas, comer, vestirse, ir al servicio, asearse o controlar los esfínteres.